miércoles, 1 de abril de 2009

Ellos.

Ellos.



Cuando te sientes sola y vulnerable.




Cuando piensas que la vida te odia con todas sus ganas.




Cuando crees que ninguna luz podrá hacer brillar tu existencia.




Cuando das todo por perdido.




Cuando solo deseas cerrar los ojos y no abrirlos jamás…




Cuando ya no quieres luchar.




Te tiras al piso y lloras.




Lloras porque ya no hay razones para no hacerlo y sobran los motivos para no levantarte.




Alguien se acerca. Te toca el hombro. Con fuerza te sonríe. Y ya todo está bien.




Sin darte cuenta te levantas y esta a tu lado, ¿aún sonríe?




Seca una lagrima, seca la otra… Te abraza.




Te gustaría quedarte ahí. En ese abrazo. Para siempre.




Susurra algo que no entiendes y luego aprieta tu mano.




Sus ojos brillan y tu sabes que los tuyos también.




Le preguntas quien es. Él no te contesta. Solo te sonríe y lo repite: No te dejare sola.




Sigues sin entender. “¿Quién eres?”




No contesta. Pero te sorprendes. Porque no es el único que esta a tu lado.




Hay otro, hay dos más, ¿o son tres?




No son miles, pero no son pocos. Todos te sonríen y buscan abrazarte.




¿Quiénes son?




No lo puedes evitar. Sonríes.




Son amigos.




"Nunca pensé que encontraría personas que me hicieran llorar de la felicidad, personas que me quitaran las palabras de la boca y solo me dejaran una: Gracias. Rara vez lloro, pero haría un mar completo por ustedes. Porque los amo, porque los extraño y porque los necesito. Gracias por estar, gracias por quererme, gracias por apoyarme, gracias por ayudarme y gracias por hacer que mi vida sea brillante. Ustedes la hacen brillante. Tendría mil palabras para definir lo grandiosa que hacen mi vida, escribiría mil nombres que la cambiaron y mataría por devolverles todo lo que han hecho por mí; pero hoy, desde el fondo de mi corazón, solo les puedo decir: Gracias. Agradezco cada día de mi vida por tenerlos."